Por Carlos Arturo Caballero Medina
Universidad Nacional de San Agustín
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En No siga ese pájaro (2017) Martín Zúñiga desplaza su escritura hacia una poética del fragmento. El fragmento es una unidad contradictoria que se define tanto por su relativa autonomía, así como por su relación con otros fragmentos. Este concepto estructura, por ejemplo, la metáfora del archipiélago, en tanto este es simultáneamente, totalidad y dispersión. El fragmento demanda del lector una intervención activa para reconstruir una posibilidad de significado. Una poética del fragmento enfatiza la función metalingüística del lenguaje, aquella por la cual lo referido pasa a un segundo plano y es el propio lenguaje objeto de sí mismo, es decir, es un repliegue del lenguaje sobre su propia materialidad, en este caso, la escritura poética.
La estructura de este poemario manifiesta un concepto en torno a la idea del fragmento. La primera parte, «Mecanismos de cooperación» intercala prosas que condensan la palabra y la escritura y poemas fragmentados que las dispersan. Los recursos a los que apela esta escritura son variadas figuras de la dispersión textual tales como experimentaciones tipográficas, inserciones, borraduras, repeticiones, montajes e injertos textuales. Estos mecanismos de condensación y fragmentación cooperan y coexisten, se dispersan y se reagrupan. En frag 89 48 se invierte el sentido común sobre la borradura: es lo borrado una marca que incita la lectura. La numeración aleatoria de las prosas y versos que conforman esta sección amplifica la posibilidad de una lectura abierta en el sentido que traslada el inicio convencional hacia el interior en un movimiento oscilante de avances y retrocesos.
En Palimpsestos, texto fundamental sobre las figuras de la transtextualidad, Gérard Genette vinculaba la noción de paratexto al «título, subtítulo, intertítulos, prefacios, epílogos, advertencias, prólogos, etc.; notas al margen, a pie de página, finales; epígrafes; ilustraciones; fajas, sobrecubierta, y muchos otros tipos de señales accesorias, […] que procuran un entorno (variable) al texto» (1989: 11). Un inquietante paratexto aparece cada cierto tramo de páginas en el margen inferior, el cual hilvana, o en un sentido más categórico, cose o sutura los fragmentos dispersos en No siga ese pájaro. Es sumamente significativo que solo las piezas fragmentarias lleven como un falso pie de página este paratexto cuya forma y contenido sigue un sentido opuesto a los textos que articula: se trata de un fragmento de las cartas de Walter Benjamin (citado como B. Benjamin) a Florens Christian Rang (citado como Carl F. Rang) donde el crítico y ensayista alemán reflexiona acerca de la relación entre la obra de arte y la vida histórica. Lo paradójico de esta sutura textual es su discontinuidad, es decir, es un fragmento que sutura a otros fragmentos, de modo tal que el fragmento de la carta de Benjamin adquiere la forma de un verso-cita. Su condición paratextual reside en que orienta la comprensión de este planteamiento poético. En este sentido, si hubiera que elegir un texto como arte poética de No siga ese pájaro este no sería propiamente alguno de los poemas que integran el cuerpo textual, sino el paratexto benjaminiano. Esta estrategia explica el mecanismo de cooperación entre dos tendencias antinómicas, pero, a la vez, complementarias: concreción y dispersión.
Roland Barthes y Walter Benjamin pensaron y cultivaron la fragmentación. Teorizaron sobre este objeto sin adoptar explícitamente una forma textual identificada con los grandes sistemas teórico-críticos, sino apelando a otras literacidades percibidas como menores tales como la carta, la nota al margen, el cuaderno de notas, el diario, etc. No exageramos al afirmar que buena parte del acervo conceptual de Benjamin está en sus cartas. La escritura fragmentaria de Benjamin fisura las formas textuales convencionales en las que suele circular la ideología dominante, por el ejemplo, ante la magnitud y solemnidad del «tratado», opone la brevedad y espontaneidad del apunte provisional. Los últimos años de Barthes los ocupó reflexionando sobre y desde estructuras textuales fragmentarias. Lo Neutro, su último seminario, evidencia su interés por el apunte provisional y la nota marginal antes que por la densidad textual.
Genette definió la intertextualidad como la copresencia entre dos o más textos, más precisamente como la presencia efectiva de un texto en otro: Olvido García Valdés, Roberto Bolaño, Borges, Walcott, Watanabe, Vallejo, Emily Dickinson, Coleridge, Brecht, Peña Barrenechea, Martín Adán, entre otros, componen la materia intertextual a partir de la cual se construye el cuerpo poético de este libro. Es así que «Conjeturas» nos aproxima a textos que aglutinan la dispersión. La conjetura organiza la incompletud, capitaliza el indicio, hilvana los cabos sueltos. «Conjetura 7», texto que manifiesta también el arte poética de este libro, desarrolla su hipótesis fundamental: retazos textuales antes dispersos configuran un nuevo texto siempre que un fragmento mayor los acoja. ¿Será entonces que la realidad más palpable está en el recorte, el retazo, el fragmento y que la totalidad no es más que un macrofragmento?
«Hecho a mano», poema despliega la metáfora de la poesía no solo como ars verba sino como arte manual, cuya manifestación más excelsa es la escritura: «para llegar a tu sombra tuve / que plantar miles de estacas / en la espuma de los caminos / marcas cuneiformes de un alfabeto / aerodinámico y persistente»
¿Cuál es la dirección que el título nos conmina no seguir? Propongo que nos exhorta a desplazarnos desde una lógica de la totalidad hacia una de la fragmentación, una exhortación del tipo «no siga a ese camino sino el otro»; una aproximación al sentido no como efecto sino como dirección. Pienso que estos textos nos incitan pensar que cierta escritura poética es susceptible de ser leída como una reflexión teórica. |